«La sala de fiestas más famosa del mundo». Así de grandilocuente se anunciaba el Pasapoga en 1952, con un cartel que recalcaba las exclusivas actuaciones de cantantes hispanoamericanos y el humor de los actores Antonio Casal y Ángel de Andrés, ambos con mediática descendencia artística en su hija y sobrino respectivamente. Diez años atrás había tenido lugar la inauguración de tan fastuosa sala, cuando el humor era distinto y la Gran Vía madrileña, donde estaba situado, se llamaba Avenida de Pi y Margall.
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