A mitad del siglo XIII, dos monjes franciscanos, Alejandro de la Espina y Roger Bacon, se inspiraron en el “Libro de Óptica”, traducido al latín en 1240 y obra de un erudito árabe llamado Alhacén (aprox. 965-1040 d.C.), quien sugirió que las lentes pulidas podrían ayudar a las personas con poca vista. Su idea era utilizar vidrio para aumentar la visión.
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