Los resultados pueden ser desconcertantes. Se afirma que la censura no es la respuesta al discurso que no nos gusta: hay que combatir el discurso con más discurso. Pero el propio discurso crítico se considera habitualmente una forma de censura. El discurso racista está protegido; el discurso que critica el discurso racista es un intento de supresión. Mientras tanto, es permisible, incluso rutinario, afirmar que «la izquierda», las «feministas» o el «lobi trans» son intolerantes –los verdaderos racistas, sexistas y antisemitas– sin que salte la
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