Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, se puso en contacto con el Departamento de Guerra de EEUU, le advirtió de los problemas y las carencias del país en temas criptográficos y le propuso crear una entidad dedicada a ello. La propuesta se aceptó y Yardley se puso a la cabeza de un nuevo equipo, con un importante presupuesto a su disposición. Esto le permitió contratar lingüistas, psicólogos, matemáticos… El nuevo grupo fue denominado MI-8 y estaba integrado dentro de la División de Inteligencia Militar del ejército.
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