Era una violenta supremacista blanca, pero un encuentro en prisión cambió su vida para siempre. Angela King había ido a un bar sabiendo que habría problemas. La supremacista se dirigió al establecimiento en el sur de Florida con una banda de violentos skinheads. King, de 23 años entonces, llevaba una pistola de 9 mm en la cintura de sus vaqueros. Igual que sus amigos calzaba botas de combate y tirantes de colores. Su piel estaba cubierta de tatuajes racistas.
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