Aníbal Otero tomaba notas en sus cuadernos cuando fue detenido el 5 de agosto de 1936 en Valença do Minho. La policía portuguesa sospechaba desde días atrás de un hombre callado que se desplazaba por los pueblos en un coche oficial de la República, hablando en voz baja con los campesinos y apuntando símbolos ininteligibles. Para los uniformados salazaristas no cabía duda de que se trataba de un espía rojo.
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