En una ocasión, intenté persuadir a los asistentes de una conferencia ateísta en EE.UU. de que el eslogan “In God We Trust” (“En Dios confiamos”), inscrito en los billetes de dólar, tan solo es una futilidad cosmética. Expliqué la necesidad de dejar de sufrir por ello y de centrar nuestra lucha en asuntos más importantes, como las exenciones fiscales de las iglesias. Pero mi argumentación recibió la crítica del admirable Edwing Kagin, el cual, desgraciadamente, ya ha fallecido.
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