Durante décadas, los manuales de anatomía enseñaban que los dos sistemas más complejos del organismo, el nervioso y el inmunitario, coexistían casi aislados el uno del otro. Según explicaban, el cerebro se dedicaba a dirigir las funciones corporales, mientras que el sistema inmunitario se encargaba de su defensa. En las personas sanas nunca coincidían. Solo en ocasiones, a raíz de una enfermedad o un traumatismo, las células inmunitarias penetraban en el encéfalo, para atacarlo.
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