Llevar un satélite al espacio no es tarea sencilla y, en tan ardua misión, hay multitud de factores que deben funcionar a la perfección. Uno de ellos, quizás el más importante, es el motor que propulse el dispositivo hasta su colocación en la órbita terrestre. Hablamos de motores muy complejos y relativamente poco eficientes, que requieren de una gran cantidad de combustible para poder elevar los satélites más allá de nuestra vista.
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