Uno de los grandes enigmas en torno a la obra de J. R. R. Tolkien tiene que ver con las orejas de los elfos. El escritor no dijo nunca que las tuvieran puntiagudas. No parece que fuera un descuido o que no encontrase el pasaje idóneo para hacerlo: Tolkien se explayó sobre los elfos en El hobbit y El Señor de los Anillos, sus dos novelas principales, y escribió otra, el Silmarillion, de la que son prácticamente protagonistas. A pesar de eso, no mencionó las orejas de los elfos ni en estas ni en ninguna otra obra suya dedicada a la Tierra Media.
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