Mientras las empresas privadas desarrollan y venden por decenas de millones de dólares tecnología de punta a los gobiernos para hacer vigilancia, los grupos de derechos humanos sostienen que la escasa supervisión sobre esta práctica invita a un uso indebido desenfrenado. Ninguna empresa es más vital en esta batalla que NSO Group, uno de los creadores de programas de espionaje más conocidos para invadir los teléfonos celulares.
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