Durante más de dos años, esta estación de monitoreo —junto con otras ubicadas al otro lado del mundo— ha estado emitiendo una advertencia: el dióxido de carbono que quema el planeta se elevó al nivel más alto jamás registrado en 2015 y 2016. Un nivel de incremento ligeramente más bajo pero inusual ha continuado en 2017. Eso plantea un dilema: si la cantidad del gas que la gente está emitiendo ha dejado de aumentar, ¿cómo es que la cantidad que permanece en el aire puede estarse elevando tan rápido?
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