Da Vinci estaba fascinado por el cuerpo humano como una obra de arte. Asombrado por su bioingeniería, todos los órganos los estudió; en el año de 1503 se le concedió el acceso a cadáveres en un hospital de Florencia. Ninguna parte de la carne humana le intrigaba más que el pene. Fue gracias a este artista que el pene fue separado de la condena eclesiástica para adentrarlo en el mundo de la ciencia.
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