La educación ética y política es consustancial a la idea de democracia. En cuanto que en ella la soberanía o facultad de establecer la ley (es decir, de fijar, por norma, «lo que debe ser») es ejercida por todos, la educación de todos en el discernimiento de lo que es debido o justo resulta fundamental. En ningún otro régimen político es necesario este tipo de educación, pues en ningún otro régimen político son los propios ciudadanos los que determinan las leyes. Enseñar a los ciudadanos a ejercer su soberanía es, pues, una prioridad educativa.
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