«No se trata de demonizar a las redes sociales, sino de analizar el modelo de virtud y excelencia que representan. Son el ejemplo del estado de mediocridad en el que está nuestro concepto de lo bueno y de lo mejor. Un influencer es una campaña publicitaria de carne y hueso, y un modelo de éxito sin esfuerzo, de virtud desvirtuada y de felicidad reducida al mero consumo. Cuando nos sentimos solos buscamos unas comunidades virtuales que nos hagan creer parte de algo y que somos relevantes».
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