Al artista le tomó varios meses enseñar al dron a reproducir con pintura los bocetos del artista. Primero, Misha Most compuso un boceto vectorial, que luego se convirtió en un conjunto de puntos. Después, se creó un programa que indicaba, por estos puntos, a dónde debía volar el dron, y en qué lugar -con la misma velocidad e intensidad-, rociar la pintura de la lata.
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