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El día que Hemingway se encontró con la mar

Hemingway llegó a la madurez tras haber vivido ya muchas vidas. Casi tantas como las que sumaban los gatos que pululaban por su finca de Cuba, en caótica y servil manada. Muchos años antes, la madre intentó colocar al pequeño Ernest en la senda musical que había seguido todo el parentesco. Sin embargo, nunca respetó el orden pentatónico de la vida familiar, y la pausa musical de la ascendencia solo se vio reflejada en el extraordinario ritmo de su prosa. Entre el pequeño niño que tocaba el chelo y el maduro «Papa Hem» al que todo el mundo adora

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