La guerra trastocó completamente el concepto que tenía la gente del dinero. En julio de 1936 había una imponente serie de billetes con valores entre 1.000 y 25 pesetas, que no se usaban en la vida diaria, sino en ocasiones especiales, como cuando se trataba de vender una mula o una casa. Las monedas no tenían un valor meramente simbólico, sino literalmente contante y sonante , especialmente los famosos duros de plata, que después de la guerra, ya en los tiempos oscuros de monedas de aluminio y latón, las familias atesoraban con reverencia.
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