El 24 de agosto de 1966, en plena Revolución Cultural, la Guardia Roja de Pekín decidió que no tenía sentido que el rojo, el color de la revolución y el movimiento obrero, se usara para señalizar que el tráfico no debía avanzar. Así que, ni cortos ni perezosos, imprimieron carteles y llenaron las paredes de la ciudad indicando que a partir de ese momento se invertiría el significado de los colores: el verde indicaría ‘pararse’ y el rojo, ‘avanzar’...
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