En Israel los cineastas deben firmar un formulario «de sumisión»: debe comprometerse a tratar en sus filmes temas no polémicos o bien a la gloria de Israel y su pueblo. La censura se convierte en parte del alma israelí que vive con esta victimización sin fin… La política ha vuelto «enfermos y ciegos» a los israelíes, asegura sobre sus conciudadanos el director Nadav Lapid, en liza por la Palma de Oro en Cannes con el filme La rodilla de Ahed, una colérica denuncia contra la censura del gobierno de Israel.
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