Mediante electrólisis, cuando aplicamos electricidad, las burbujas de hidrógeno salen del lado negativo (cátodo), y las de oxígeno salen del lado positivo (ánodo). El problema es que, si este proceso no se realiza con agua pura, el ánodo se corroe muy fácilmente por culpa del cloruro. El logro del equipo de Stanford está en un tratamiento de los electrodos con capas ricas en cargas negativas; durante el proceso, repelen el cloruro y con eso consiguen retrasar la corrosión del ánodo.
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