Incluso cuando estamos solos, podemos sentirnos observados: muchas de las máquinas que te rodean saben lo que sientes y están preparadas para darte una respuesta. O, al menos, se entrenan para ello. Algunas intentan ayudarte, pero otras no son más que cebos de las grandes compañías que sirven para comprar tu alegría o tu enfado. ¿Incluso la privacidad de nuestros sentimientos ha sido vulnerada?
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