Desde el primer momento, en España el debate sobre darwinismo adquirió tintes políticos. De hecho todas las nuevas corrientes científicas sobre biología, geología o antropología se entendieron, casi inmediatamente, como una más de las características del progresismo. Para muchos darwinismo, positivismo, krausismo y materialismo se confundían, se mezclaban e incluso eran sinónimos que marchaban inseparablemente unidos a las ideas liberalistas que se enfrentaban a la España conservadora, católica y monárquica.
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