Los ruidos activan la amígdala, los racimos de neuronas localizadas en los lóbulos temporales del cerebro asociados con la formación de la memoria y la emoción, y la activación provoca una inmediata liberación de hormonas del estrés —como el cortisol—. Esto significa que las personas que viven en entornos ruidosos a menudo experimentan niveles crónicamente elevados de hormonas de estrés, puesto que están produciéndolas hasta mientras duermen. "El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes" — Thomas Carlyle.
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