Una forma muy sencilla de definir las emociones es hablar de ellas como la predisposición para tomar una acción. Siempre que queremos hacer algo, las emociones condicionan nuestro actuar: si nos sentimos muy tristes, es más posible que queramos estar apartados y que aparezca el llanto; si estamos en presencia de un bebé o un cachorro, es más probable que surjan acciones espontáneas de ternura que de rabia, en cuyo caso arrugar el entrecejo y gritar son reacciones mucho más posibles.
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