No había iluminador de manuscritos que se preciara en la Edad Media que no usara el Tornasol. Desde que se desarrollaron las técnicas para su extracción en el siglo XIII, su uso permitía conseguir una amplia gama de colores, desde el azul hasta el rojo, pasando por el púrpura. Todo dependía de la reacción a la acidez o alcalinidad (pH inferior o superior a 7, que es el neutro) de su entorno.
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