En el verano de 1962, Walter Schirra, quien pronto se convertiría en el tercer hombre de Estados Unidos en orbitar la Tierra, entró en una tienda de suministros fotográficos de Houston en busca de una cámara que pudiera llevar al espacio. Salió con una Hasselblad 500C, una importación sueca de alta gama que le habían recomendado los fotógrafos de Life y National Geographic. La opción era mucho más sofisticada y costosa que el simple Ansco Autoset que John Glenn compró por 40 dolares en una tienda de Cocoa Beach, Florida.
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