Aunque hoy parezca extraño, a principios de la década del cincuenta la carrera de Frank Sinatra se desmoronaba. El ídolo juvenil había perdido encanto y la voz. Ya no lo seguían miles de chicas pegando alaridos. Hasta que de pronto le dieron un guion cinematográfico para leer. Era la adaptación de una de las novelas del momento: De aquí a la eternidad, de James Jones. Sinatra se enamoró súbitamente del papel de Angelo Maggio. Ni siquiera era un protagónico pero supo de inmediato que ese rol podía hacer renacer su carrera.
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