¿Cuál es la postura idónea a la hora de combatir las creencias pseudocientíficas o las teorías de la conspiración? ¿Conviene adoptar un tono más beligerante y agresivo, radicado en los fundamentos empíricos de la ciencia, o es preferible buscar vías negociadoras? Hay opiniones para todos los gustos, pero una opción siempre resulta especialmente polémica: la ridiculización. ¿Es buena idea que pongamos en evidencia a los magufos? Más importante: ¿es efectivo?
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