Bajo la presión del arzobispo, Carlos I terminó multando a los impresores reales con 300 libras (unos 54.000 euros actuales) y les quitó su licencia para poder editar libros. La deuda llevó a la quiebra a Barker, quien fue encarcelado en 1635 por la ingente cantidad de dinero que debía y pasó los siguientes 10 años entrando y saliendo de prisión. Así, hasta que murió entre rejas en 1645. La Biblia maldita le había costado la vida.
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