Esta es una historia antigua, primitiva. De una Tierra que ya había sufrido muchos apocalipsis y que se encaminaba, lenta pero decididamente, hacia otro colapso glacial. Una Tierra de aire denso, donde el dióxido de carbono estaba desaparecido y el oxígeno alcanzaba cotas tan altas que son difíciles de imaginar. Donde los ciempiés de dos metros y medio arrastraban sus cuerpos sin preocupaciones y donde las libélulas de 75 centímetros surcaban los cielos de medio planeta.
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