Los antibióticos insuflan enormes dosis de esperanza diaria. Gracias a ellos, ha aminorado el desvelo de la medicina contemporánea por las enfermedades que arrebataban vidas y que son controladas en nuestros días, cuando no sofocadas por completo. Si bien, la paradoja se adueña de un nuevo paradigma. Los antibióticos, “aliados” incondicionales de la medicina, se han tornado en armas de doble filo. Su eficacia queda entre las cuerdas por la proliferación de bacterias invulnerables a sus efectos.
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