Si cada una de las proteínas que conforma a los seres vivos fuera una figura de origami, las instrucciones para su plegado en tres dimensiones habría que buscarlas en su secuencia de aminoácidos. La primera prueba de este principio científico, que ya forma parte de todos los libros de texto de Biología, la aportó en 1961 un bioquímico norteamericano llamado Christian B. Anfinsen (1916-1995), un descendiente de inmigrantes noruegos que trabajaba en los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, y que años después se haría con un Nobel.
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