En el cine, las imágenes son sucesiones de 24 fotogramas por segundo, lo que significa que cada fotograma existe durante 40 milisegundos. Cuando se trataba de sincronizar el sonido con la imagen, sin embargo, descubrieron que una simple demora de 100 milisegundos, una mísera décima de segundo, era tolerable para nuestro cerebro, que montaba correctamente la película. Sin embargo, si el decalaje era superior a esa décima de segundo, entonces nada encajaba.
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