Las vacas frisonas –las lecheras convencionales– tienen cuernos. Para evitar percances con los granjeros, se cortan o queman. Es una práctica dolorosa por la que los dueños del ganado tienen que pagar unos 40 euros por ejemplar. Las vacas sin cuernos por lo tanto ahorran dolor y dinero. La manera más eficaz de conseguir vacas lecheras sin astas es modificando su genoma en el laboratorio.
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