El seis de abril de 1966 los Beatles se metieron en el estudio de Abbey Road para grabar su séptimo álbum de estudio. Llevaban lo que parecía una eternidad viviendo en una constante vorágine y regresaban de tres meses de vacaciones, el periodo sin compromisos más largo del que disfrutaban desde 1962. Y aunque Revolver se considera el último esfuerzo realmente grupal de los de Liverpool, no había una idea unificada de lo que iban a hacer en el disco. Cada uno llegaba con distintas cosas en la cabeza. Paul McCartney pasaba por una etapa (...)
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