"Frente a un mal día, de los que hay muchos en la vida, no hay medicamentos ni debería haberlos. No puede ser que la medicalización de la vida lleve en el próximo futuro a diagnosticar y a tratar a los pacientes afectados con la etiqueta diagnóstica de: “Mal día”. No hay una píldora para cada mal. Y no debería haberla. En las adversidades diarias nos curtimos y se refuerza nuestra resiliencia. Una cosa es evitar dichas adversidades y otras transformarlas en enfermedades que requieran tratamiento farmacológico"
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