Como cualquier otro japonés, Hayao Miyazaki no tuvo una infancia especialmente acomodada. Las ruinas de la Segunda Guerra Mundial se esparcían por doquier, y para muchos niños y niñas como él la única solución posible al desamparo y la decadencia eran los libros. Los libros y toneladas de imaginación. De ahí que gran parte del universo icónico y estético de Ghibli beba tanto de otras obras referenciales que de forma explícita o no transmutan en las películas del autor.
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