“El mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes y creyendo que son la realidad”.
José Saramago
Yo soy guerrero para que mi hijo pueda ser granjero. Para que mi nieto pueda ser abogado. Para que mi bisnieto pueda ser poeta.
Cita atribuida a Thomas Jefferson durante la Guerra de Independencia.
"Estábamos juntos. Olvidé el resto".
Atribuida a Walt Whitman (1819 – 1892)
¡Qué irónico es que precisamente por medio del lenguaje, un hombre pueda degradarse por debajo de lo que no tiene lenguaje!
Søren Kierkegaard
“Las leyes injustas existen: ¿deberíamos contentarnos con obedecerlas, o bien deberíamos luchar por enmendarlas? ¿Y deberíamos seguir obedeciéndolas hasta que tuviésemos éxito, o bien deberíamos transgredirlas inmediatamente?”
Henry David Thoreau, “Desobediencia civil” (1849)
Había una vez dos monjes Zen que caminaban por el bosque de regreso al monasterio.
Cuando llegaron al río, una mujer lloraba en cuclillas cerca de la orilla. Era joven y atractiva.
–¿Qué te sucede? – le preguntó el más anciano.
–Mi madre se muere. Ella está sola en su casa, del otro lado del río y yo no puedo cruzar. Lo intenté – siguió la joven–, pero la corriente me arrastra y no podré llegar nunca al otro lado sin ayuda… Pensé que no la volvería a ver con vida. Pero ahora… ahora que aparecisteis vosotros, alguno de los dos podrá ayudarme a cruzar…
–Ojalá pudiéramos –se lamentó el más joven–. Pero la única manera de ayudarte sería cargarte a través del río y nuestros votos de castidad nos impiden todo contacto con el sexo opuesto. Está prohibido… lo siento.
–Yo también lo siento –dijo la mujer y siguió llorando.
El monje más viejo se arrodilló, bajó la cabeza y dijo:
–Sube.
La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó su atadito con ropa y montó a horcajadas sobre el monje.
Con bastante dificultad el monje cruzó el río, seguido por el otro más joven.
Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acercó en actitud de besar las manos del anciano monje.
–Está bien, está bien –dijo el viejo retirando las manos–, sigue tu camino.
La mujer se inclinó en gratitud y humildad, tomó sus ropas y corrió por el camino al pueblo.
Los monjes, sin decir palabra, retomaron la marcha al monasterio…. Faltaban aún diez horas de caminata.
Poco antes de llegar, el joven le dijo al anciano:
–Maestro, vos sabéis mejor que yo de nuestro voto de abstinencia. No obstante, cargaste sobre tus hombros a aquella mujer todo el ancho del río.
–Yo la llevé a través del río, es cierto, pero, ¿qué pasa contigo que la cargas todavía sobre tu cabeza?
Idries Shah
Un rey había comprado cinco de los mejores halcones de todo el país. El vendedor le había prometido que eran capaces de hacer increíbles piruetas en el aire, e incluso de llevar mensajes de una ciudad a otra.
Desde el primer día las aves comenzaron a dar muestras de su capacidad de vuelo: cada vez volaban más alto, más rápido y de una forma más precisa, haciendo caso en todo momento a sus entrenadores.
Pero había un halcón que se negaba a volar, permanecía parado en la misma rama desde el primer día, no había forma de moverlo.
-¡No lo entiendo! -se lamentaba el rey-. Le damos la misma comida que a los demás, le ofrecemos el mismo trato, los mismos cuidados... y en cambio se niega a volar, ya no sé qué hacer.
Transcurridas ya varias semanas desde la llegada de los halcones, el rey anunció que ofrecería una recompensa a quien consiguiera hacer volar al animal.
Prácticamente todos los habitantes del reino lo intentaron de una forma u otra: le animaron con las mejores canciones, le recitaron poesía, le ofrecieron los más exquisitos manjares... pero todo era inútil, nada parecía funcionar.
Uno de esos días en los que el rey permanecía junto al halcón animándole para que volara, una anciana pasó por allí y, al ver la situación, negó con la cabeza.
-Majestad, ha llegado a mis oídos el problema que tenéis con este halcón, pero así nunca lograréis que el animal vuele.
El rey se mostró curioso ante aquella mujer.
-¿Y qué deberíamos hacer entonces?
-Quizá no hayáis comprendido que lo que le sucede a ese halcón es lo que le ocurre a la mayoría de las personas... -contestó la anciana.
-¿A la mayoría de las personas? No entiendo lo que quiere decir -respondió confuso el rey-. Pero si tanto sabe usted, dígame cómo conseguir que vuele.
-Está bien, primero tengo que hacer unas compras en el mercado, pero a la vuelta ese halcón volará.
Y mientras la anciana se alejaba hacia el mercado, el rey se quedó pensando que quizás aquella mujer simplemente le estaba tomando el pelo.
Pero a las dos horas, cuando el rey estaba contemplando desde su torre el vuelo de las otras aves, observó incrédulo que el halcón que nunca se había movido estaba también en el aire.
Miró hacia abajo, hacia el árbol donde el animal había permanecido tanto tiempo y vio a la anciana sonriendo. Bajó corriendo las escaleras para encontrarse con ella.
-¡Lo ha conseguido, lo ha conseguido! -gritó- ¡Lo ha conseguido! Pero... dígame, ¿cómo lo ha hecho?
-En realidad no ha sido difícil, simplemente le he cortado la rama que lo sostenía.
Cuento sufí
"Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!”
Santiago Ramón Y Cajal
Médico y escritor español
(1852-1934)
Entendemos por “ritos de paso” aquellas ceremonias que evidencian ante la comunidad un cambio en la condición social del individuo. Durante la Edad de Bronce (y pervivencia en la de Hierro) los principales serían el nacimiento, la mayoría de edad y el funeral. A estos “ritos de paso” se asocian ciertas prácticas de carácter sacralizado como “cosecha del espíritu” y “salvaguarda de la madre” en el nacimiento, “rapto, robo y abigeato” y “bandas y fratrías” en la mayoría de edad, y “emplazamiento del espíritu“ y “lugares de tránsito” para el funeral. Soy consciente de encontrarme en terreno movedizo y sobre todo basto, de modo que me limitaré a desarrollar el rito de paso a la mayoría de edad dejando el del nacimiento y el del funeral para artículos posteriores.
MAYORÍA DE EDAD ― Prácticas del rapto, del robo y del abigeato
Entendemos el fenómeno del “rapto de las hembras" como una práctica sacralizada que hunde sus raíces en la Edad del Bronce y guarda prevalencia, aunque ya estereotipada, durante la Edad del Hierro, alcanzando en algunos casos hasta casi nuestros días; por demás de ser una eficaz y lúcida vacuna a la endogamia, que todo hay que decirlo.
El “rapto” junto al “robo” (armas, joyas…) y el “abigeato” (robo también, pero uno por el que el ganado salía más barato) fueron prácticas de obligado cumplimiento para todo mozo que entonces aspirara a superar su “rito de paso” a la edad adulta, ceremonia y festividad que se oficiaba con gran pompa cada año entre estos grupos tribales de gentes del Bronce y del Hierro. Dicho rito requería que el postulante acometiera las hazañas del rapto-robo-abigeato a fin de ser recibido y declarado como un “hombre de bien” por su comunidad. De manera que aquellos imberbes catequistas formaban su banda (vocablo actual cuyo origen se sitúa en aquel tiempo y raíz del teónimo hispano Bandue, deidad protectora de estas prácticas y patrona de bandas y fratrías) y abandonando (misma raíz, je, je) sus casas, su gente y su poblado salían gritando en comandita aquello de «¡a por ellas a por ellas, sean novillas o doncellas…!» Se ocupaban así de hostigar por un tiempo a las hembras, los ganados y los bienes de otros poblados de la zona; y estos, en su terca obstinación por impedirlo, siempre se cobraban a algún que otro practicante (ahí está la gracia, que la juerga hay que pagarla).
El asunto es que aquellos agraciados que volvían indemnes al poblado pasaban ya de facto a ser “hombres de derecho”, alcanzando algunos y conforme a su botín a serlo además “de provecho” y quedar allí en su pueblo como “gentes de posibles”. Todo eran ventajas, eran recibidos como adultos y de paso retornaban fuertes y adiestrados para en adelante proteger lo propio frente a cualesquiera banda de “quintos” forasteros que acudieran a robarles cada año. Porque acudían sin falta, ¿eh? Pero como allí en el pueblo los adultos ya se lo sabían, a la tarde se guardaban idolillos, brazaletes y collares en los entramados vegetales de los techos, encerraban sus ganados en sus propios dormitorios y animaban a sus mozas a mear rápido y cerca y a recogerse temprano. Aun así los postulantes forasteros siempre daban con algún julay despreocupado, cabra descuidada o hembra ansiosa por ver mundo, y de aquello ya cobraban expedita y buena prenda. Pero vean que así todo quedaba compensado, las gallinas que salían por las otras que allí entraban, aquello no era más que pura meritocracia en ejercicio, un remanso de fortuna y paraíso de oportunidades.
En fin, a lo que vamos: el asunto este del rapto, del hurto y del abigeato. Pues de aquel sustrato sacro y cultural del Bronce ya se alumbran, amaneciendo el Hierro, los mitos conocidos por nosotros sobre el “rapto” (Rapto de Europa, Helena, Hipodamia, Medea…) y sobre el “robo” y el “abigeato” (Gerión, el vellocino, Autólico, Caco…); dando paso por ejemplo el “rapto”, que es el que nos ocupa ahora, a algunas viejas fórmulas nupciales de las que nos informa el bueno de Plutarco (Licurgo 15, Cuestiones romanas 29, …); como aquella que consiste en no pasar la novia a su nueva casa sino en puras volandas y fingiendo mucha resistencia. Entre estas también aquel denominado entre los griegos “matrimonio de rapto”, e incluso aquí más cerca la venerable costumbre denominada “el rapto de la novia”, excentricidad vetusta que en nuestro sur-sureste ha llegado casi hasta el presente y consiste en llevarse el novio a la novia sacándola del pueblo y no volver hasta quedar ambos disfrutados. Así, pasados varios días, regresaban al pueblo los mozos campantes y dispuestos para celebrar ya en casa una simple boda. Tradiciones estas que rememoran con ternura la práctica sagrada de los raptos ancestrales. Para esta zona y como representación gráfica del “rapto” contamos, por ejemplo, con la que figura en los ases ibéricos de Cástulo: piezas de bronce cuyo reverso reproduce la imagen del “Rapto de Europa”.
También será Plutarco (Vidas paralelas, Mario–Sila) quien informe sobre aquellas otras patas de este mismo “rito de paso” a la mayoría de edad: el robo y el abigeato, aspectos que este autor considera costumbre propia y arraigada entre las gentes de Hispania: «… Por no haber dejado los íberos de tener al robo como hazaña saludable y digna de alabanza», dice el pavo. Incluso el Strabon (III, 4,5), griego este y muy civilizado, no se ahorrará tampoco de emitir dictamen sobre aquello nuestro: «… hábiles en luchar y sorprender al enemigo, viven sin embargo los iberos aplicados a sus correrías y depredaciones, aventurando permanentes golpes de mano para ello pero nunca acometiendo empresas de importancia, y es que no han sabido concertar sus fuerzas para así fundar alguna liga o confederación más poderosa [que los haga fuertes manteniéndolos unidos]», afirmaba aquel hombre tan sabio y viajado.
Sobre “concertar sus fuerzas para fundar una confederación o liga poderosa” no comento nada porque eso es cosa del pasado, ahora somos todos una piña inquebrantable y hablar de aquello ya no viene a cuento… ¿verdad? Pero permitidme una breve digresión, solo es un momento: pues veréis también que sobre aquella dulce práctica del rapto hoy nos conformamos con levantar la novia a algún vecino, y a su vez el venerable abigeato languidece a causa de no ser los ganados bienes de prestigio como antaño. Una lástima, pero así está la cosa. Sin embargo de lo otro… ¡Ay lo otro! De lo otro sí que conservamos muy lozana y reluciente nuestra célebre destreza para el "robo", sacro mandamiento que nos viene ya de lejos y guardamos en sagrario o campando muy vivito por esta piel de toro… Este sí lo obedecemos. Este es cosa nostra.
Si el rapto garantizaba al “nuevo adulto” su descendencia y el robo de armas y joyas su prestigio en vida y en el más allá, por su parte el abigeato revestía un carácter netamente económico y de subsistencia. Queda claro que el ganado es la fuente económica principal con que contaban aquellas sociedades (fijaos en los masai), pero a nuestros efectos aún es algo más: la protomoneda. Se considera a la piel de vaca (o de buey, de novillo, de toro… como queráis) el primer material “vehicular” de cambio, primero esas mismas pieles y ya después la imagen tipográfica de los primeros intercambios “monetales” ya metálicos: los denominados “lingotes chipriotas”, placas de cobre en forma de piel de buey extendida.
Y bien, esto es todo. En próximos artículos intentaré desarrollar, igualmente con rigor y en tono desenfadado, la génesis de las prácticas asociadas a los otros “ritos de paso”, nacimiento y funeral. En el primer caso remontaré a tiempos megalíticos (prácticas de culturas quasi-matriarcales relativas a los dólmenes) y en el segundo al denominado “Bronce Atlántico” y a su más que significativa ausencia de necrópolis.
Disfrutad de la vida.
"Se cuenta que en un viejo reino había un hombre adinerado y poderoso que amaba a las gaviotas. Todas las mañanas se levantaba y miraba hacia el mar que estaba cerca de su mansión. Se quedaba por horas, extasiado, contemplando esas aves blancas que lo maravillaban.
Un día cualquiera encontró una gaviota en la terraza. Conmocionado por el hallazgo se acercó con cuidado a ella y notó que estaba herida. Con la mayor dulzura la tomó entre sus brazos y ordenó a sus médicos que la curasen. La herida no era muy profunda y la gaviota se curó muy pronto.
Extasiado con ella, el hombre quiso agasajarla. Mandó preparar las mejores comidas para ella… Faisán, carnes exóticas, frutas deliciosas y manjares de todo tipo. Sin embargo, la gaviota no comía nada. El hombre intentaba convencerla, pero ella no accedía.
Así pasaron tres días, después de lo cual la gaviota murió."
Fábula china que nos enseña como a veces el amor, en realidad, no es amor, sino egoísmo. El hombre de esta historia creyó que a la gaviota le complacería lo que le complacía a él, no lo que ella necesitaba.
"Siempre será uno de los mejores chistes de la democracia el que proporcionó a sus enemigos mortales los medios por los que fue destruida. Los dirigentes perseguidos del NSDAP se convirtieron en diputados parlamentarios y adquirieron con ello la inmunidad parlamentaria, asignaciones y billetes gratuitos para viajar. Pasaron así a estar a salvo de la intervención policial, pudieron permitirse decir más que el ciudadano corriente y, aparte de eso, tuvieron pagados por el enemigo los costes de su actividad. Se puede obtener un magnífico capital a costa de la estupidez democrática. Los miembros del NSDAP comprendieron eso inmediatamente y les produjo una enorme satisfacción."
La llegada del Tercer Reich, Richard J. Evans
Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.
La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte, que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.
Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.
Le preguntaron sus hijos acerca de qué clase de ave era aquella, y les dijo:
- Para mí, solo es un cuervo; pero él, se cree águila.
Fábula de Esopo
Un beduino viajaba, montado en un camello cargado de trigo. En el camino
encontró a un hombre que le hizo mil preguntas sobre su país y sus bienes.
Después le preguntó en qué consistía la carga de su camello.
El beduino mostró los dos sacos que colgaban a una y otra parte de la silla
de su montura:
"Este saco está lleno de trigo y este otro de arena."
El hombre preguntó:
"¿Hay alguna razón para cargar así tu camello con arena?"
El beduino:
"No. Es únicamente para equilibrar la carga."
El hombre dijo entonces:
"Hubiese sido preferible repartir el trigo entre los dos sacos. De ese modo,
la carga de tu camello habría sido menos pesada.
¡Tienes razón! exclamó el beduino, eres un hombre con una gran agudeza
de pensamiento. ¿Cómo es que vas así a pie? Monta en mi camello y dime:
siendo tan inteligente ¿no eres un sultán o un visir
?-No soy ni visir ni sultán, dijo el hombre. ¿No has visto mi vestimenta?"
El beduino insistió:
"¿Qué clase de comercio practicas? ¿Dónde está tu almacén? ¿Y tu casa
?-No tengo ni almacén ni casa, replicó el hombre.
-¿Cuántas vacas y camellos posees
?-¡Ni uno solo!
-Entonces ¿cuánto dinero tienes? Porque gozas de una inteligencia tal que
podría, como la alquimia, transformar el cobre en oro.
-Por mi honor, ni siquiera tengo un trozo de pan que comer. Voy con los
pies descalzos, vestido de harapos, en busca de un poco de comida. Todo lo que
sé, toda mi sabiduría y mi conocimiento, ¡todo eso no me trae más que dolores
de cabeza!"
El beduino le dijo entonces:
"¡Márchate! ¡Aléjate de mí para que la maldición que te persigue no recaiga
sobre mí! Déjame irme por ese lado y toma tú la otra dirección. Más vale
equilibrar el trigo con arena que ser tan sabio y tan desventurado. Mi idiotez es
sagrada para mí. ¡En mi corazón y en mi alma está la alegría de la certeza!"
Cuento sufí
La naturaleza hace a veces un tonto; pero un fanfarrón siempre es obra del hombre.
Ignatius J Reilly, "La conjura de los necios".
"La democracia creía que era valiosa para las masas populares y no entendió que las masas populares desprecian a los que no tienen el valor de ser lo que deben ser. Todo esto es lo que la democracia no entendió. La democracia le quitó el "estilo" a la vida del pueblo. El fascismo le ha devuelto el "estilo" a la vida del pueblo: es decir, una línea de conducta; es decir, el color, la fuerza, lo pintoresco, lo inesperado, lo místico; en resumen, todo lo que cuenta en la mente de las multitudes". Benito Mussolini, Discurso a la Cámara de los Diputados (1922)
Estas graves alteraciones, como lo había sido ya la rebelión del general Sanjurjo en agosto de 1932, hicieron mucho más difícil la supervivencia de la República y del sistema parlamentario. Demostraron que hubo un recurso habitual a la violencia por parte de algunos sectores de la izquierda, de los militares y de los guardianes del orden tradicional, pero no causaron el final de la República ni mucho menos el inicio de la guerra civil. Y todo porque cuando las fuerzas armadas y de seguridad de la República se mantuvieron unidas y fieles al régimen, los movimientos insurreccionales podían sofocarse fácilmente, aunque fuera con un coste alto de sangre. En los primeros meses de 1936, la vía insurreccional de la izquierda, tanto anarquista como socialista, estaba agotada, como había ocurrido también en otros países, y las organizaciones sindicales estaban más lejos de poder promover una revolución que en 1934. Había habido elecciones en febrero, libres y sin falseamiento gubernamental, en las que la CEDA, igual que los demás partidos, puso todos sus medios, que eran muchos, para ganarlas y existía un gobierno que emprendía de nuevo el camino de las reformas con una sociedad, eso sí, más fragmentada y con la convivencia más deteriorada. El sistema político, por supuesto, no estaba consolidado y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente con la excepción de Gran Bretaña, el rechazo de la democracia liberal a favor del autoritarismo avanzaba a pasos agigantados.
Nada de eso, sin embargo, conducía a una guerra civil. Esta empezó porque una sublevación militar debilitó y socavó la capacidad del estado y del gobierno republicano para mantener el orden. El golpe de muerte a la República se lo dieron desde dentro, desde el propio seno de sus mecanismos de defensa, los grupos militares que rompieron el juramento de lealtad a ese régimen en julio de 1936. La división del ejército y de las fuerzas de seguridad impidió el triunfo de la rebelión, el logro de su principal objetivo: hacerse rápidamente con el poder. Pero al minar decisivamente la capacidad del gobierno para mantener el orden, ese golpe de estado dio paso a la violencia abierta, sin precedentes, de los grupos que lo apoyaron y de los que se oponían. En ese momento, y no en octubre de 1934 o en la primavera de 1936, comenzó la guerra civil.
En Historia de España, Volumen 8: República y guerra civil; capítulo 5. Ed. Crítica.
Julián Casanova, Catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Zaragoza
"La estructura de las creencias es tan fuerte que permite que algunos tipos de violencia se justifiquen o ni siquiera sean considerados como violencia. Así, vemos que no se habla de asesinados sino de bajas, y que no se menciona la guerra sino la lucha por la libertad."
Noam Chomsky
“Hay épocas y lugares en los que no ser nadie es más honorable que ser alguien.”
Carlos Ruiz Zafón, “El prisionero del cielo” (2011)
"Cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue"
Sabiduría popular
“Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla.”
Almudena Grandes, “Los besos en el pan” (2015)
Todos vamos a morir, todos, ¡qué espectáculo! Eso solo, nos debería motivar a amarnos unos a otros, pero no sucede así. Somos aterrorizados y aplastados por trivialidades, somos engullidos por nada.
„Prefiero ser cenizas que polvo! Prefiero que mi chispa se apague en un resplandor brillante a que sea sofocada por la podredumbre seca. Preferiría ser un soberbio meteoro, cada átomo de mí en magnífico resplandor, que un planeta adormecido y permanente. La función apropiada del hombre es vivir, no existir. No desperdiciaré mis días tratando de prolongarlos. Aprovecharé mi tiempo.“
Todo acto de valentía es obra de desequilibrados. Los animales, normales por definición, son siempre cobardes, salvo cuando saben que son mas fuertes, lo cual es la cobardía misma.
Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.
Hay que estar chiflado para lamentarse de la desaparición del hombre, en lugar de entonar un: ¡ya era hora¡
menéame