Cuando leemos con una mente abierta sometemos nuestros principios a una revisión constante, somos capaces de interrogar nuestros a priori y de cambiarlos si es preciso, guiándonos por la razón y no solo por las emociones. Esta rica flexibilidad incrementa nuestra inteligencia, definida como la capacidad de adaptarse activamente al mundo y de transformarlo, un mundo que cambia cada vez a mayor velocidad. La inteligencia crece con el cambio y se atrofia con la pasividad cognitiva.
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