Todos tenemos en mente a un hombre de nariz tan afilada como su lengua capaz de seducir a cualquier mujer con su verborrea cuando pensamos en Cyrano de Bergerac. Pero este poeta, dramaturgo y pensador francés, coetáneo de Boileau y de Molière, en realidad era un amante de hombres y le obsesionaba la espacio exterior. Eso sí, tenía una gran nariz.
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