Desde que capturó la atención de la comunidad científica a principios del siglo XIX, esta criatura ha ocupado los recovecos más oscuros de la imaginación popular. La razón se debe al supuesto hábito del candirú a introducirse en el pene humano, aferrándose con afiladas púas, para desde adentro darse un banquete. Así, en 1997, a Manaos, la aislada capital del estado brasileño de Amazonas, fue llevado un paciente con un candirú en su uretra.
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