Año 1999. Durante una excavación arqueológica, salen a la luz los restos de una extraña criatura encerrada en un ataúd. El ser muestra un aspecto humanoide con un rasgo particularmente peculiar a la vez que intrigante: está dotado de unos prominentes colmillos. Tras ser sometidos al conocido análisis por carbono-14, se determina que la edad, tanto del ataúd como del cuerpo, asciende nada menos que a 65 millones de años.
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