Era febrero de 2012 y Bill Gates estaba de visita en Madrid. El segundo hombre más rico del mundo tenía un breve hueco antes de una reunión con Shakira. Decidió emplearlos en recibir a un reducido grupo de investigadores españoles que habían desarrollado una vacuna que podría evitar las 5.000 muertes por tuberculosis que hay en todo el mundo cada día. El fundador de Microsoft no tardó en darse cuenta de que merecía la pena hacer esperar a la cantante.
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