La desintegración de los isótopos del uranio, a pesar de que son extremadamente poco radiactivos (la radiactividad de 1 g de cobalto 60, disponible en cualquier hospital, es similar a la de toneladas de uranio natural), generan calor que contribuye a mantener la temperatura interna de la Tierra y su campo magnético, imprescindible para mantener la vida en el planeta.
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