Parece una frase hecha que emplean los políticos para darse razón a sí mismos. Así la han usado Joaquim Torra, el alcalde de Londres, Obama, Thatcher, Reagan, Roosevelt... Sin embargo, la expresión dice mucho de nuestro tiempo, desde la influencia de Karl Marx hasta la promesa ilustrada de una perfección moral, pasando por la alergia a la ambigüedad propia de nuestro mundo.
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