Los bares deberían ser considerados patrimonio cultural. Son como nuestra segunda familia pero al contrario de las primeras, éstas sí las podemos escoger. Cada uno elige su bar favorito por razones tan variopintas como la forma en la que sirven el café, por la tapa que acompaña cada consumición o por esa caña tan bien tirada que refresca después de un largo día de trabajo.
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