“¡Gooooooooool!”. El repentino grito resulta desconcertante. Llega del único ‘ger’ -la yurta tradicional de Mongolia- existente en varios kilómetros a la redonda. Es una gota blanca en un océano verde, el hogar móvil de la familia de Choijames. Como hacen millón y medio de mongoles, este hombre ha decidido vivir sin raíces, buscando en cada estación del año el mejor pasto para sus ovejas. Es la convivencia total con la naturaleza, y una existencia que el desarrollo económico ha llevado al borde de la extinción.
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