Nos tenemos que ir a 1936. Ese año, un astrónomo aficionado, Rudi Mandl, se plantó en casa de Albert Einstein para explicarle que sabía cómo se habían muerto los dinosaurios: por una lente gravitacional. Mandl creía que, usando las propias teorías del físico judío, se podía explicar como una estrella concentró tanta energía de otras estrellas que acabó con todo bicho viviente sobre la faz de la tierra. Parece una locura; de hecho, era una locura, pero el viejo Albert hizo los cálculos para darle el gusto.
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