Históricamente, la cultura occidental ha considerado la vista como el sentido más fidedigno y puro, mientras que ha relegado el tacto a un segundo plano del que apenas empieza a salir. «Se consideraba el más similar a la inteligencia, quizá porque tiene distancia con su objeto. El tacto, en cambio, está asociado con el mundo terrenal, con la suciedad y con el contagio». En este miedo al contagio algunos estudiosos han encontrado la razón por las que unas culturas son más reacias al roce de los cuerpos.
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